Más de 400 personas, como María, duermen en el Aeropuerto Adolfo Suárez Madrid-Barajas
El Aeropuerto Adolfo Suárez Madrid-Barajas es mucho más que un lugar de tránsito para viajeros. Para cientos de personas, se ha convertido en un refugio temporal frente a la dureza de la calle. Entre las luces de las pantallas de embarque y el ir y venir de maletas, hay quienes no buscan un vuelo, sino un lugar seguro donde pasar la noche.
María, una mujer ecuatoriana de 54 años, es una de ellas. Llegó a España en 2002 huyendo de un matrimonio violento y, aunque logró estabilizar la vida de sus hijos, ahora se encuentra durmiendo en el suelo de la terminal. “No estamos aquí por gusto”, explica. “La calle es fría y peligrosa, especialmente para las mujeres”.
Un espacio seguro en medio del abandono
Para muchas personas en situación de sinhogarismo, los aeropuertos ofrecen ventajas que la calle no puede proporcionar: baños, agua caliente, enchufes y, sobre todo, cierta sensación de seguridad. Según estimaciones del sindicato Alternativa Sindical Aena / Enaire (ASAE), unas 400 personas pernoctan cada noche en Barajas.
Los perfiles son diversos: hombres, mujeres mayores, jóvenes, personas con discapacidad y víctimas de adicciones. Aunque predominan los españoles, muchos son de origen latinoamericano. María, por ejemplo, perdió su trabajo como cuidadora de ancianos y, tras un viaje a Ecuador para visitar a su madre enferma, regresó sin recursos. “Todo lo que tenía lo invertí en sus tratamientos, pero ella falleció y yo me quedé sin nada”.
La lucha por la dignidad en medio de la burocracia
El problema del sinhogarismo en el aeropuerto no es nuevo, pero se ha agravado con la subida de los alquileres y la falta de políticas efectivas. Aena, la empresa gestora, ha intentado restringir el acceso nocturno, pero las personas afectadas encuentran formas de entrar. “No somos nadie, más bien la última rueda del coche”, lamenta María.

Las administraciones públicas se pasan la responsabilidad como una “patata caliente”. El Ayuntamiento de Madrid argumenta que muchos son solicitantes de asilo y, por tanto, responsabilidad del Gobierno central. Mientras tanto, organizaciones como Cáritas señalan que el 52% de estas personas están empadronadas en Madrid y el 38% tiene empleo, pero no suficiente para pagar una habitación.
Adicciones, salud mental y exclusión social
La vida en la calle y el acceso limitado a recursos básicos generan graves problemas de salud mental. Según el INE, casi el 60% de las personas sin hogar presenta síntomas depresivos. Además, el 47% ha sufrido agresiones, muchas veces en el mismo lugar donde duermen.
Paco, un joven de 29 años, llegó a Madrid huyendo de las drogas, pero terminó enganchado a la metanfetamina. “La gente ve mi cara demacrada y no me da trabajo”, confiesa. Para él, el aeropuerto es un lugar relativamente seguro, aunque reconoce que las adicciones complican aún más su situación.
Un problema que va más allá de Barajas
Esta realidad no es exclusiva de Madrid. Aeropuertos como El Prat en Barcelona y Palma de Mallorca han enfrentado situaciones similares. En algunos casos, la intervención de servicios sociales ha logrado reducir el número de personas pernoctando en las terminales, pero las soluciones son temporales.
Los trabajadores del aeropuerto denuncian problemas de seguridad, plagas de insectos y tensiones entre las personas que duermen allí. Sin embargo, como señala María, “nadie viene a solucionar esto de verdad”.
¿Hay esperanza para el futuro?
El Gobierno de España se ha propuesto reducir el número de personas sin hogar en un 95% para 2030. Sin embargo, mientras no se aborde el acceso a la vivienda digna y el apoyo social real, historias como las de María, Mustafa y Paco seguirán repitiéndose.
María sigue buscando trabajo cada día. “Solo quiero un empleo para poder alquilar una habitación y salir de aquí”, dice. Mientras tanto, el aeropuerto sigue siendo su refugio, un lugar que, aunque no es un hogar, al menos le ofrece un respiro frente a la intemperie.